- La roca Maguus - Aventureros reunidos

... ok, veamos si aun tenemos la chispa viva en algún lado por ahí.


Este será un intento de historia ligera, sin demasiada trama y con altas posibilidades de tramas bizarras... creo :v. Tal vez referenciar otras historias? En fin, el objetivo es reanimar este lugar un poco. Have fun! 
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Las historias antiguas cuentan que el monolito rúnico conocido como "la roca Maguus" fue el centro de un antiguo culto de druidas y magos, y del reino que surgió en torno a su poder conjunto. Sin embargo, actualmente es un rincón perdido del mundo, rodeado apenas por una vieja posada desgastada, un pequeño puesto de mercado, una herrería casi al descampado y un granero vació. Para los viajeros y escasos comerciantes, no representa más que una parada en un camino perdido. Para los escasos habitantes, no mucho mas que un pedazo de tierra donde dormir.

Sin embargo, a lo largo de los años, siempre parece atraer a ciertos individuos, aventureros, viajeros y trotamundos. Individuos que de alguna forma parecen alterar el curso del destino... o, en muchos casos, solo un montón de lunáticos.

Sea cual sea el caso, el tiempo se mueve... y ahora un nuevo individuo llega a la roca.



Rygnis había estado viajando durante varias semanas. Llegó a la roca prácticamente por casualidad, buscando un pueblo después de haber perdido el camino que seguía (y por alguna razón también su mapa). Contaba apenas con su ropa, con protecciones de cuero, una capa vieja, un espadón mellado y usado al hombro y una mochila medio llena de objetos curiosos y un par de monedas.

No bien había puesto un pié en la pequeña plaza empedrada construida en torno al monolito, buscó un lugar donde hospedarse y tal vez tomar un trago antes de seguir su camino. La vieja posada del lugar no parecía muy acogedora, pero seguía siendo mejor que un árbol, así que se encaminó y entro con paso firme.

El lugar estaba bastante bien iluminado pese a su estado, en parte gracias al abundante número de ventanas. Rygnis no tuvo problema en encontrar una mesa vacía, pues no habia mucha gente a esas horas. Pronto el posadero envió a alguien a ver que quería el recien llegado.

-Una habitación, supongo que habrá alguna libre por una noche- pidió -y un par de jarras de cerveza para quitarme el camino de las botas-

-Cama por una noche y dos jarras, enseguida- respondió el encargado, retirándose a la barra con el tabernero.

Mientras tanto, otros entraban por la puerta...

Cohel era un alquimista. O al menos, aspiraba a serlo. La verdad era que sólo había conocido a un alquimista una vez en un viaje por el desierto, pero fueron emboscados por una caravana de camellos (bueno, en realidad no fueron emboscados, desafortundamente los atropellaron por accidente debido a la baja visibilidad de una tormenta de arena). Tristemente ese alquimista bno sobrevivió, y Cohel no tuvo la posibilidad de convertirse en su aprendiz, teniendo poco más que una vaga idea de una versión muy misticista de la alquimia y no sabiendo nada práctico de pociones o transmutaciones.

Como la alquimia era un arte hace mucho perdido incluso durante su primer encuentro, era imposible conocer otro practicante vivo de este arte en las grandes ciudades de occidente. Por lo tanto se remontó a los remotos parajes, a las ruinas olvidadas y a las antiguas excavaciones.

Hasta el momento no había tenido suerte en las pirámides Gitaxianas. Tampoco había encontrado El Secreto en las catacumbas de Micronesia. Y para su decepción, las cabezas gigantes de la Isla de Yuca no tenían inscripciones algunas, los excelsos conocimientos alquímicos de sus extintos habitantes perdidos para siempre debido a la falta de un sistema de escritura.

Pero la Roca Maguus era diferente. Al menos, él esperaba que lo fuera. Había escuchado historias de otros pelegrinos que los poderes místicos de la roca no se habían disipado. Estaban latentes, durmientes, esperando el momento necesario para emerger, la combinación de glifos y fonemas apropiadas, o la mano elegida que acariciara su fría y sólida superficie con el soplo de la consciencia. Por supuesto, los viajeros dicen muchas cosas, en especial cuando aspiran los aromas de la mirra o tras una sesión de sahumerios orientales. Pero Cohel estaba determinado a desentrañar el secreto, y los signos demostraban que la alineación de las estrellas era presta para el despertar de las energías ocultas.

Al llegar al lugar se vio un poco decepcionado por su rusticidad; los pobladores no tenían nada que ver con los consecreadores de la Roca. Esto era diferente que en la Isla Yuca, donde los descendientes de esta civilización perdida aún labraban, amnésicos, los campos frente a los monumentos megalíticos que otrora sus ancestros construyeron. No, de los hechiceros y sabios que habían dotado de poder a la Roca no quedaba ni rastro físico; sólo su obra perduraba.

Cohel llegó ya caído el Sol, así que por miedo a la posibilidad de bandidos, y el deseo de hablar con otros viajeros, se dirigió a la posada del lugar, toscamente armada con tablas viejas y pedazos crudos de troncos. A decir verdad, él hubiera preferido dormir bajo un árbol, pero las circunstancias y su necesidad de información lo obligaban. No quisiera que el viaje haya sido en vano. Un poco de sociabilidad no le haría daño...

Así que entró con el mayor intento de mostrar determinación que pudo.
En las mesas, no encontró a casi nadie. Algunos borrachos lugareños, una mujer que les entretenía, un par de personas deprimidas y semidormidas pidiendo bebidas, y...

Ah, ahí estaba. Un viajero, claramente diferente en vestimenta y equipo, con dos jarras ya vacías; aún no quería irse a dormir, como decepcionado por la falta de algún suceso notable.

Cohel solicitó un vaso de agua (la doctrina de la alquimia interior le impedía ingerir sustancias de las que no conociera precisamente su contenido), ante lo cual recibió algunas risas del cantinero, pero luego de conseguir su vaso finalmente (fría aguia de río), se dirigió a la mesa del aventurero a quién esperaba conocer.

- Hola. Asumo que tu también estás aquí por la Roca Maguus, ¿Verdad? -Intentó comenzar rápidamente y al grano la conversación, obviamente ignorando que su contraparte había llegado puramente por accidente...

-qu- espera, ¿que?- respondió Rygnis a su inesperado interlocutor.

-La Roca, la Roca Maguus- siguió este, sin molestarse en dar su nombre -ya sabes ¿el viejo monolito en medio de la plaza allá afuera?-

El sujeto parecía algo decepcionado ahora, probablemente esperaba otra respuesta.

-Maguus... si, si la conozco. ¿Realmente es esa allá afuera? no la había visto en persona, y llegue aquí un poco por casualidad- 

-Ah, así que por casualidad ¿eh?- aquello pareció volver a entusiasmar al sujeto -¿Serán ciertas las leyendas entonces? curioso...-

-Aun no me has dado tu nombre, extraño- dijo Rygnis -no es del todo cortés ir lanzando preguntas a la gente sin antes presentarse-

-Oh, claro claro- reaccionó el otro, aprovechando además de sentarse -me llamo Cohel, busco información sobre la antigua alquimia y espero llegar a ser alquimista-


Un alquimista. Aquello era raro de ver. En sus viajes, Rygnis habia encontrado a muchos que se hacían llamar alquimistas. La mayoría solo eran charlatanes de pueblo, y solo unos pocos realmente tenían algún conocimiento en la materia. Si acaso quedaba algún verdadero maestro alquimista, Rygnis no lo conocía. Aquel suejto al menos se estaba tomando la molestia de buscar en uno de los pocos lugares conocidos relacionados con el antiguo arte de la alquimia.


-Ya veo... Bueno, puedes llamarme Rygnis. Al final del día, solo soy un simple guerrero errante buscando ganarse la vida-

-¿y que te trae por aquí, si puedo preguntar?- dijo Cohel.

-¿Aquí, en particular? nada, en realidad. Pero me encuentro buscando personas para formar un pequeño grupo para una pequeña tarea especial. Aventureros, si quieres llamarlos así-

-¿Aventureros?- preguntó Cohel -y en grupo además...-

-Si te interesa, o conoces a alguien a quien le atraiga la aventura y lo desconocido, estaré por aquí cerca- dijo Rygnis, mientras se levantaba -estaré en la barra, necesito más cerveza- y dicho esto, fue directo hacia su objetivo.

No sin antes notar, justo en el borde de su campo de visión, a un par de sujetos nuevos en el local. Ambos, separados uno del otro por un buen trecho, medio ocultos en las sombras. No podría asegurarlo, pero al menos uno de ellos parecía observarlo...

Habiendo tratado de encontrar un lugar donde relajarse durante días, caminando errante por mucho tiempo, Owen no pudo encontrar mejor... ¿Pueblito?: apartado y lejos del bullicio; le faltaban más chicas, pero nada demasiado importante después de unas cuentas cervezas, o incluso quizá con una buena pelea.

Entró a la primera (y única) posada que divisó, se quedó nos segundos en la entrada detallando el lugar, buscando alguien que pudiese disfrutar como el de las banalidades de la vida y de una buena cerveza, y también que le expllicara donde estaba, porque perdido, era evidente.

Divisó entonces a un sujeto en la barra, que parecía algo serio, dudó de si acercarse, ya que había otro más que tendría mejor pinta, pero no estaba en la barra. Se sentó en el puesto de al lado del sujeto, pidiendo una jarra de cerveza y soltando sus cosas descuidadamente en el piso: una mochila medio rota y una espada falcata.

-Te apetecería una pelea amistosa?- Dijo en tono de broma seguido de lanzarse media jarra de golpe.

Se despojó también de su hombrera y zapatos, tirándolos igual en el piso, adoptando una pose cómoda y segura para lanzarse la otra mitad de la jarra.

Hoy parece que es el día de "saluda a tu extraño más cercano". ¿Primero el alquimista, y ahora este trotamundos salido de la nada? ¿A que tanta gente podía encontrarse Rygnis que buscase hablar con el. Bueno, no importa, al menos puede que así consiga un grupo de aventureros más rápido de lo previsto.

Aun así, se tomo un momento para tomar un par de tragos antes de responder.

-¿En serio? ¿recién llegando a una taberna después de un cansado día de viaje, y lo primero que vas a hacer es buscar pelea en el bar?- preguntó entonces.

-Nada como una buena pelea para olvidarse del sol abrasador y el polvo del camino- respondió el otro, a lo que algún borracho al otro lado de la barra respondió con un "SII, PELEAAA" antes de volver a ahogarse en una jarra de cerveza después recibir la fría mirada del tabernero.

-Heh, creo que me caes bien- respondió Rygnis. Tal vez un par de palizas no le vendrían mal para levantar el animo, aunque tal vez fuese mejor llevar el asunto afuera para evitar molestias con el tabernero.

Entonces se fijó en los sujetos de hace un rato. Ahora susurraban entre si, ocultando su rostro con capuchas. Acto seguido, uno de ellos salió apresuradamente de la taberna, mientras el otro parecía querer quedarse un poco más.

Aquello no le daba buena espina al guerrero. Pero se le ocurrió una idea.

-Bueno... dices quieres pelea, ¿eh?... uh... ¿como dices que te llamas?- preguntó Rygnis al trotamundos.

-No lo dije, pero para ti soy Owen- respondió el recién llegado.

-Owen, ya, ya veo... bueno, Owen, ya que quieres pelea...- echo un vistazo rápido, vio su oportunidad, y actuó -Pelea con él-

Y en un rápido movimiento, arrojó la jarra vacía mas cercana a la cabeza del sujeto misterioso, con tal fuerza que se hizo añicos.

Cuando el sujeto se volteó a ver quien había lanzado la jarra, se encontró con Rygnis haciendo señas del tipo "yo no fui, no me veas a mi" y "fue este sujeto de aqui al lado, yo lo vi, con ambos ojos". Sea que le creyera o no, el sujeto miró a Owen y empezó a caminar hacia él mientras Rygnis se hacía a un lado...

- Asi que, un Alquimista ha llegado al pueblo. -Murmura una de las siluetas- Quizas sea justo lo que necesitábamos.

- Es solo un aprendiz -murmura nuevamente- Tendríamos mejor suerte con su compañero.

- No se ve muy cooperativo, ademas parece que otro bufón lo tiene entretenido

- Muy bien, pero deja que yo maneje esto -se levanta la figura- no necesitamos alarmarlos con tus tonterías.

Cohen se veía pensativo acerca de la actitud del aventurero, ademas de no estar seguro de que hacer ahora que ha llegado, el pueblo es mas pequeño de lo que esperaba y sera difícil encontrar información sobre la naturaleza de la roca, quizá pueda estudiarla el mismo pero eso presenta sus propios desafíos.

Sus pensamientos se ven interrumpidos por pasos pesados que se dirigen hacia su dirección, frente a el, un humanoide completamente cubierto en armadura, quizá una cabeza mas alto que el.

- Mi nombre es Marisa Lithray -dijo una voz Firme pero Femenina- Escuche que buscas informacion sobre la Pie...

El sonido de un eco metalico se escucha cuando una jarra golpea el casco de Marisa.

Al voltear, ve a Rygnis inculpando a Owen del lanzamiento.

- Disculpame un momento -dice dirigiendose a los dos- Parece que alguien ha tomado una mala desicion.

- Vaya, la gente aquí es muy belicosa -Se dijo Cohen para sí mismo. Estaba más acostumbrado a viajar con jolgoriosos viajeros musicales que narraban con la guitarra sus aventuras. Y por supuesto chicas, pero la mayoría se decepcionaban cuando se enteraban de su poca habilidad para hacer pociones.

Por suerte había un arte que en sus viajes había llegado a aprender, y era el de hacer pequeños frascos que, al detonar contra el sueño, mezclaban dos sustancias generando un humo cáustico y poco amistoso. Buscó una en su mochila que ya tenía preparada.

- Si la cosa se pone violenta, quizás sería mejor usar esto para huir...

Una estrategia cobarde, algunos dirían, pero si había algo peor que ser atropellado por camellos, seguramente era ser abollado por humanos. Felizmente, él no estaba en peligro inmediato, pero eso podía cambiar en cualquier momento. Pero todavía le quedaba mucho por hacer en el pueblo, y no quería arruinar su reputación destruyendo el negocio de la única taberna del lugar con vapores tóxicos.


Así que optó por esperar. La discusión adelante se estaba poniendo acalorada... Esa tal Marisa, de estatura inusual y totalmente blindada por metal no era un oponente a quien él quisiera enojar. Sin embargo su compañero de barra y Owen parecían tener otras ideas, y pronto volaría el primer golpe...

Con pasos pesados Marisa se acerco a la procedencia de la jarra.

- Quien de ustedes arrojo esa jarra? -pregunto en un tono mas calmado de lo esperado.

- Fue mi compañero aqui parado -dijo Rygnis señalando a Owen.

- Pues deberias tener mas cuidado -voltea a ver a Owen- A cualquier otra persona la hubieras dejado inconciente y habria tenido que sacarte de aqui.

- Ha, que es eso -dice Owen en un tono burlon, viendo su oportunidad de una pelea- Crees que no seria capaz de defenderme?

- Perdona? -Marisa se sorprendio de la reaccion del... (Ok hago nota aqui de que yo uso mucho descriptivos entre dialogos y no tengo nada que me diga como luce Owen, me imagino un poco a un escoces pero bien podria tener desde un gnomo a un centauro enfrente)

- Nada nada, solo que andas ahi parado con tu armadura y sintiendote importante, por que no me demuestras si sabes defenderte sin ella?

- Si lo que buscas es pelea estas en el lugar equivocado -Marisa señala a la puerta- Alla afuera esta la Roca Maguus, estamos en el centro de los restos de una antigua civilizacion arcana, estoy seguro de que hay mas de una bestia con la que puedas enfrentarte.

- Huh, supongo que si no es por las buenas -Owen se disponia a golpear a la caballero cuando un estruendo se escucho a las afueras de la taverna.

Justo entonces, por la ventana más cercana a la puerta de la posada entró volando un mercader ambulante. Cayó junto a una mesa con un par de borrachos, que nada más pasado el sobresalto inicial volvieron a sus tragos, mientras un par de sujetos y uno de los ayudantes del tabernero se acercaban a ver que había ocurrido.

Aprovechando la distracción, Rygnis tomó su espadón y, pasando junto a la chica en armadura, salió de la posada para ver que ocurría y posiblemente evitar una pelea innecesaria dentro del local. Sin embargo, apenas había puesto un pié afuera cuando tuvo que echarse al suelo para evitar una gran caja de madera que fue a estrellarse contra el muro de la posada.

-¿Pero que...?- tuvo apenas tiempo de decir mientras se ponía en pié, esquivando otro objeto volador. Entonces pudo ver la causa de todo el alboroto.

Una criatura estaba asaltando un par de puestos del pequeño mercado de la plaza. Su cuerpo, escondido dentro de una caja con inscripciones extrañas en madera y acabados en metal, lo delataba como un mímico, clásica trampa de calabozos para aventureros demasiado ambiciosos. Pero ¿que hacía uno de esos horrores tan lejos de cualquier ruina o castillo abandonado?

No había tiempo de pensar en detalle. El mímico acababa de destrozar un puesto de mercado y ahora buscaba más víctimas. Centró su atención en un viajero cercano, y se lanzó hacia éste, reptando por el suelo en cuatro patas/piernas/extremidades/cosas (?) a una velocidad impresionante.

Rygnis también se lanzó a la carrera, espadón desenfundado al hombro y gritando para interceptar a la criatura. A mitad de camino, el mímico detectó a su atacante, y cambió su trayectoria hacia el guerrero. Solo que cerró la distancia que los separaba con un salto largo, atrapándolo por sorpresa. Sin tiempo de reaccionar, Rygnis saltó a un lado con el espadón por delante, buscando causar al menos un mínimo daño. Casi por azar, la punta de la gran espada causo un amplio corte en una extremidad, haciendo saltar de dolor a la criatura mientras el guerrero caía al piso rondando sobre si mismo.

-Vamos ¿Que esperas? ¡Ven por mi!- gritó mientras se ponía en pie. Casi de inmediato, el mímico se lanzó al ataque, olvidando la herida de su pata. La criatura era tan rápida que, en lugar de optar por un ataque directo, Rygnis reubicó la gran espada de forma que le permitiese interceptar la embestida. Pero el mímico tuvo un segundo para reaccionar, detuvo su carrera y, en un abrir y cerrar de ojos, sujetó la gran espada y la arrojó contra la posada, guerrero incluido. Su fuerza le permitió lanzar al guerrero casi hasta la pared, cayendo en el suelo y luego golpeandose de espadas con esta. Aturdido y tratando de incorporarse, Rygnis trató de ver si tenía aliados en esta pelea...

- Oh vaya, no quiero morir ahora después de llegar tan lejos! -Se decía Cohel para sí mientras consideraba sus opciones, luego de salir a ver el alboroto. ¿Huir? No, esa criatura era muy rápida. Y por lo que sabía de monstruos según sus estudios, este tipo de criatura no era natural. Había sido diseñada por hechiceros para matar, destruir y devorar. Lo que significaba, en resumen, que no tenía instinto de supervivencia; lucharía hasta la muerte, sea de los demás o la propia.

Sin embargo más allá de una daga y unas especias y libritos estaba desarmado. Había llevado más suplementos en un burro hasta hacía poco, pero lo tuvo que vender dos ciudades atrás para continuar financiando su viaje.

Lo único que le quedaba era su mezcla cáustica, y en un lanzamiento rápido la mandó contra el mímico, ténuemente iluminado por antorchas de una pequeña partida de aldeanos enfurecidos que habían llegado a enfrentarlo.
La mezcla por supuesto no era realmente poderosa como arma directa; aunque causaba un poco de corrosión, su humo tóxico estaba diseñado para causar confusión.

Y eso fue exactamente lo que pasó. Al acertarle dentro del cofre central, el mímico chirrió con un alarido espeluznante mientras los vapores nocivos salían de sus entrañas. Pero los aldeanos pensaban que ahora el enemigo los atacaba de una nueva e inusual manera; o que Cohen estaba del lado del monstruo. Sea como sea, soltaron sus antorchas y se dispersaron cubriendo sus rostros con telas, dejando a los demás a la merced de este extraño adversario...

* * *

No muy lejos de allí, unas figuras vestidas con brillantes túnicas azules observaban la escena. No tenían que mirarla directamente, sin embargo. Una especie de espejo les proveía de visión remota, que utilizaban desde la seguridad de un lujoso recinto.

- ¿Estás seguro de que esto fue una buena idea?
- Es para probarlos, tenemos que saber de qué están hechos antes de la Conjunción. -Afirmó solemne la otra figura.
- Te pudiste haber pasado, ¿Y si los matamos? Ya perdimos a nuestro mercader. Era sacrificable, pero a ellos aún los necesitaremos. -Anunciaba preocupado el primero mientras trenzaba su larga barba blanca.
- Bah, no te aflijas. Pueden hacerlo, confío en ellos. Y si no lo logran... pues, bueno, tampoco hubieran sido útiles para lo que vendrá después...

Marisa corrio hacia el mercader herido.

- Que haces insensata -Dice con una voz áspera volteando a ver a la criatura que atacaba al pueblo- Hay una amenaza mas importante allá afuera.

- Calla un momento -Habla con su voz habitual- Creo que puedo salvarlo.

Agachada junto al mercader, extiende su mano hacia el mismo dejando que una tenue luz la cubra, tras unos momentos las heridas del mismo se cierran y toma una respiración leve, esta inconsciente, y no era del todo seguro que viviría, pero de momento estaba estable.

- Muy bien, aunque veo que estos guerreros se están haciendo cargo

- Igual pueden necesitarnos -Vuelve su tono áspero- No hay mas heridos, déjame divertirme un poco.

- Supongo, hagamos esto pues.

Tomando una espada dejada por algún cliente Marisa toma posición junto a los demás aventureros para detener a la bestia.