Yo inauguro:
Tuve un sueño en el cual tenía que defender a una aldea de deforestadores.
Una parte que recuerdo era como Age of Empires II... quería usar catapultas para destruir las máquinas de deforestación pero el mala no me dejaba lo suficiente.
"está manipulado... cambiaron los controles para que sólo pudiéramos jugar fuera pero si podemos reconfigurarlo, podríamos atacar directamente a sus bases"
Pero hackear las configuraciones era dificil y establecer el control isométrico del campo de batalla un dolor de cabeza.
Casi, casi lo logramos, pero al final no fue suficiente.
Lo que sí pudimos dominar fueron otras features de rol. Editores de mapas y colocadores de criaturas. Hicimos un laberinto gigantesco entre la entrada y la aldea; laberinto inundado por pantanos cuadrados y criaturas como cocodrilos, hipopótamos y contempladores. Cualquier enemigo que quisiera llegar debería pasarlo.
Lo malo era que los monstruos que nosotros mismos colocamos se multiplicaban y subían de nivel (más rápido qu enuestros escasos números y pobre perfeccionamiento de habilidades). En algún momento era seguro para nosotros simplemente caminar por el agua, nadar de parte en parte, pasar por los muelles y las orillas y, conociendo el camino, llegar sin problemas. Pero esos tiempos pronto terminaron por la proliferación de las plantas y animales salvajes. Casi nadie se atrevía a pasar de la entrada a la aldea. Yo era uno de los pocos que, saltando muy alto y eludiendo los ataques impredecibles de los cocodrilos, se atrevía.
Pero no habría mucho tiempo... la cuestión era enviar un mensaje.
El enemigo estaba reuniéndose. Sus ejércitos pronto atacarían. Orcos, goblins en enormes cantidades, miles y miles... y nosotros, apenas un grupo de hasta apenas cincuenta.
En la entrada teníamos, pues, nuestro bastión. Un comedor blanco de amplias puertas vidriadas, que daba a su frente a una enorme pileta. El Mago estaba de nuestro lado, y repartimos las espadas. Entonces los Goblins se acwercaron y nos atacaron salvajemente, intentando atacar por cada recoveco. Los contuvimos en las puertas y las ventanas de vidrios pronto rotos. Los atravesamos a espadazos y los repelimos para que volvieran de vuelta a sus estaciones.
Pero sabíamos que había sido apenas la primera oleada.
Aunque antes habíamos tenido muchos banquetes en el comedor, ahora sólo estaban sus ruinas. Salimos afuera, al patio de pasto frente a la enorme pileta, para comer en un mantel en el pasto y prepararnos para la última batalla.
Sólo había pan, condimentos y carne.
Rechacé, por fuerza de vegetarianismo, la carne. Quise cambiarla y terminé regalándola.
Comí nada más que pan, mayonesa, y ketchup.
Conversábamos con otro alto caballero, mientras tanto:
- Pensar que apenas tendremos comida para la última batalla.
- Es mejor que nada, pero deberá ser suficiente.
- Nada, es lo que le dan a los orcos...
- Para que tengan más hambre de carne humana.
Miramos al horizonte donde las hordas acechaban.
FIN